domingo, 8 de enero de 2017

Valparaíso. El Adiós a la Zona de Confort

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Las mejores cosas de la vida ocurren por casualidad...

Antes de Navidad conocemos a Allison en la 60 dirección Valparaíso. La primera vez que la veo circula en dirección opuesta por la autovía con calzadas para ambos sentidos separadas por una barrera de seguridad.  Después, en una de esas pocas ocasiones en las que voy por delante de Marika, advierto por el espejo retrovisor que la letona habla con el mismo ciclista que he visto pasar hace una hora.  


Valparaíso está construída sobre abruptas colinas que desembocan en decenas de espolones, los cerros


Reduzco el ritmo para acercarme a mi compañera y a pocos metros descubro que el misterioso ciclista es una mujer que pedalea sola montada sobre una Specialized Myka, morena, pelo corto, mallots apretados y sonrisa permanente. Conectamos inmediatamente. 

El calor es sofocante y Allison insiste en que tomemos algo en su casa de Villa Alemana, antes de llegar a Valparaíso. La chilena es una de esas personas a las que no te puedes resistir y accedemos inmediatamente. Tomamos el desvío a Peña Blanca y en pocos minutos estamos en las fauces de su flamante chalet. Abre la imponente puerta de jardín corredera y un quinteto canino sale a nuestro encuentro entre ladridos y lametazos, mientras arrastramos nuestras pesadas bicicleta hasta la caseta garaje. Un niño de unos diez años nos saluda tímidamente desde la puerta del hogar. "Hola, me llamo Emilio", dice.


Villa Alemana, Valparaíso. Allison Riquelme y Rubén Núñez, el mejor mecánico de bicicletas que he conocido


La casa es fresca y huele a limpio, con paredes blancas y lujosos muebles minimalistas de formas sencillas. La cocina también tiene un aspecto impoluto. Nos sentamos en la mesa de la cocina a charlar sobre el viaje mientras la chilena nos prepara zumos de manzana que nos saben a gloria tras pedalear hoy desde La Calera con el calor golpeándonos el rostro desde primera hora de la mañana. Nos sentimos muy bien con aquella nueva amiga de ojos azabache y buena forma física gracias a la bicicleta. 



Los ascensores- funiculares son una parte esencial de la ciudad chilena


Pasamos la pre-Navidad alojadas en un hostal barato de Valparaíso. Allison nos viene a buscar cada día para enseñarnos la bohemia ciudad. Con ese nombre nadie se puede resistir a conocer Valparaíso. La verdad es que antes de llegar aquí no tenía ni idea de lo que me iba a encontrar pero vine hechizada por ese atractivo nombre que formó parte de mi niñez desde que mi padre llamó así a la casa de campo que construyó en la localidad canaria de Teror (España).


Los murales y grafitis de muy buena calidad  llenan de arte los cerros de Valparaíso


Valparaíso está construída sobre abruptas colinas que desembocan en decenas de espolones, los cerros, que miran hacia la bahía.  Abajo se encuentra el puerto, conocido en su momento como la perla del Pacífico, debido a que fue el más grande de América hasta que se abrió el Canal de Panamá a mediados del siglo pasado. Es un puerto con un increíble pasado cosmopolita donde Rubén Darío trabajó como aduanero. En Valparaíso,  el destacado padre del modernismo escribió la mayoría de Azul. 


El Puerto de Valparaíso fue famoso desde sus inicios, cuando los barcos a vela realizaban la interminable vuelta desde Europa para pasar por el Cabo de Hornos, antes de la construcción del Canal de Panamá.

La presencia de gran número de extranjeros le ha otorgado a Valparaíso un carácter cosmopolita, que se manifiesta también en su arquitectura y desarrollo urbano.

Subimos y bajamos los cerros en algunos de los numerosísimos ascensores-funiculares de la ciudad del viento, observando la bahía desde un anfiteatro de callejuelas enloquecidas que se envuelven sobre sí mismas. Caminamos riéndonos, hablando de todo y de nada, felices por las bellas calles de los cerros con nombres misteriosos como el cerro Alegre o Concepción. Admiramos las viejas casonas coloniales, algunas pintadas a gritos sobre el puerto y la bahía y pasamos unos inolvidables días en esta inquietante ciudad literaria de exquisito orden asimétrico repleta de historia, tabaco y alcohol. 




El 30 de diciembre nos despedimos de Allison y de su familia a la salida de Santiago de Chile. En plena Ruta 5 observo con pena a los Vargas-Riquelme agitar flemáticos sus brazos, con una melancolía propia de las despedidas portuarias de familiares de aventureros emigrantes decimonónicos en busca de un futuro próspero. Nos vamos hacia el sur con el corazón en un puño. Hace tiempo que no conecto tanto con la gente, que no me divierto y me río hasta la extenuación de simples vanalidades. Estamos exhaustas pero nos vamos con el alma colmada del cariño de la gente de Chile. 


Fachada restaurada con materiales reciclados


Me hubiera gustado partir el Año Nuevo con esta peculiar familia de Valparaíso, pero quedarnos hasta el 2 de enero hubiera significado prolongar demasiado nuestra estancia en esta zona del país. Y aún nos queda mucho camino para llegar en 3 meses a Ushuaia, en Tierra del Fuego, la ciudad más austral de Sudamérica que pondrá punto y final a esta vuelta al mundo en bicicleta que inicié hace casi 3 años en Durban, Sudáfrica. 


Emilio Vargas, pequeño gran artista


En estos 10 días de descaso hemos pasado la Navidad con mi amigo Rodrigo Parra, el capitán del velero donde surqué el Mar de Cortez en México para cruzar desde Baja California Sur hasta México continental con mi bicicleta (Ver Vídeo). 

Con ellos también hemos disfrutado del calor de una familia, de la buena comida, la ternura e inocencia de los niños, del placer de abandonarnos y dejarnos llevar, sin planes, sin ruido de fondo de camiones, sin metas diarias en kilómetros, sin deshidratación, sin la preocupación constante de dónde dormiremos, qué comeremos, aguantaremos el calor, o el frío, o el estrés... Atributos intrínsecos y extrínsecos al vivir cada día aventuras sobre una bicicleta. Con los Parra he saboreado de nuevo las mieles de lo que un día decidí erradicar de mi vida: mi zona de confort sin sentido del riesgo.



Los Parra-Galaz en Santiago de Chile, donde pasamos dos increíbles días esta Navidad


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